Propio 20 B + Generosidad de espiritu + 9.22.24
M. Campbell-Langdell
All Santos, Oxnard
Proverbios 31:10–31; Salmo 1; Santiago 3:13–4:3, 7–8ª; San Marcos 9:30–37)
¡Buenos días!
En San Marcos, dice Jesús: “Si
alguien quiere ser el primero, deberá ser el último de todos, y servirlos a
todos.”
Como muchos saben, Pastora
Alene y yo fuimos a Alaska las dos semanas pasadas. Mientras que estábamos en
Ketchikan, el capital del mundo para el salmón, visitamos a un museo de la
cultura pasada y presente de la gente indígena de esa área. En el centro
cultural, aprendimos de su artesanía, de los tótems, y de la práctica del potlach.
Pensando en la idea Norteamérica de un “pot-luck,” o una comida
compartida, pensé en esto, pero un potlach va mucho más allá. En vez de
todos compartir un plato, el concepto es que una familia lo da y como un
símbolo de su honor en la sociedad, tratan de donar todo lo que tienen a la
comunidad, en particular a las otras familias que representan diferentes
clanes. No solo comparten de sus artesanías, pero también cosas prácticas. Este
concepto es común en diferentes culturas indígenas de Norteamérica- yo
experimente algo semejante como un adolescente viajando con mi familia a
Pueblo, Nuevo México. Nos dieron papel de baño- todos recibieron algo en la
gran distribución. Pero en la cultura Tlingit de lo que ahora son Alaska y
Colombia Británica, la persona más importante es la persona o familia que puede
distribuir todo lo que uno tiene. Me hizo pensar en las palabras de Jesús: “Si
alguien quiere ser el primero, deberá ser el último de todos, y servirlos a
todos.”
Este enfoque me fascina porque
me recuerda que, en seguir a Dios, si tenemos que estar conscientes de nuestras
necesidades terrenales, pero también tenemos que recordar que Dios provee las
necesidades. Me hace pensar de la colecta, que dice: “Concede, oh Señor, que no
nos afanemos por las cosas terrenales, sino que amemos las celestiales.”
Si de veras amemos las cosas celestiales,
podamos mantener nuestro enfoque en ellos y compartir de las cosas terrenales.
Confiamos que lo que compartimos será devuelto de una forma u otra. Esto nos
hace pensar en mayordomía también. Esto no significa que somos generosos solo
porque anticipamos algo devuelto, pero nos ayuda a mantener esta confianza en
Dios, esta dependencia que es como la de un niño.
En el leccionario “Wild
Lectionary” que tiene como enfoque el cuidado de la creación, teólogo local
Ched Myers habla de las palabras de Santiago hoy así: “No tienes porque no
pides, y pides y no recibes, porque pides en error, para gastar libremente (o
gastar mal, en griego dapanao) en su hedonismo.” El sugiere que Santiago
dice que tenemos que resistir el “diablo” de gastar mal y el placer que solo es
para nuestro bien, y en vez de esto, “en cuanto busquemos la intimidad con
Dios, la reciprocidad divina será reanimada.”[1]
¿Cómo busquemos la intimidad con Dios? ¿Cómo buscamos más allá de los instintos
avaros de este mundo y en vez de esto, aprender de nuestros hermanos y hermanas
Tlingit? Para tratar livianamente a nuestras posesiones para recordar que todo
lo que tenemos viene de Dios.
La mujer de Proverbios esta
elevada. Me encanta esta parte: “Siempre les tiende la mano a los pobres y
necesitados” - es una mujer sencilla, no una reina. Pero es la reina de su
casa. Me encanta que su generosidad con los pobres esta alabada. Ched Myers
dice que, ¿qué tal si la veamos no solo como un arquetipo de la mujer virtuosa,
pero, también como una representación de la Tierra Madre? Dice que “La
naturaleza bien “Está atenta a la marcha de su casa” (Prov. 31:27). Como la
mujer, ¡la economía diligente pero también basado en regalar que vemos en la
naturaleza contraste con las presunciones de los hombres quienes dominan y
saquean!”[2]
Manteniendo en mente las advertencias de Santiago de no pedir solo por nuestro
propio bien sino para el bien de los demás, ¿Qué tal si pudiéramos examinar de
nuevo nuestro modelo capitalista y en vez de esto, enfocar en cómo cuidar de la
creación y el uno del otro, mirando hacia el ejemplo generoso de la Tierra
Madre?
La Tierra Madre realmente está
en mis pensamientos esta semana. Una sección del LA Times de la semana
pasada, “It’s Up to Us” nos recordó no solo de la crisis ambiental, pero
también de nuestras responsabilidades en responder a ella. Nos recordó que los
cambios que hacemos ahora todavía pueden hacer una diferencia. Como iglesia,
hemos instalado pantallas solares, y estamos intentando a tratar con nuestra
basura de una manera más sostenible. Esto no solo es bueno para el medio
ambiente pero también hace sentido económico. Nuestros fideicomisarios tenían
un reto recientemente cuando se enteraron que tenemos inversiones en energía
tradicional. Aunque no hizo sentido sacar todas las inversiones de estos fondos
de inmediato, ellos decidieron pedir mover sus inversiones lentamente a otras
inversiones mejores para el medio ambiente, siguiendo el ejemplo de la Iglesia
Episcopal en general.
Mirando el salmo de hoy, estoy
atraída a esta parte: “Será como el árbol plantado junto a corrientes de aguas,
que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae, y todo lo que hace prosperará.”
Esto nos recuerda mantener una conexión con nuestras raíces, justo cómo va la
canción que cantan Pastora Jade y Victor: “quiero ser como un árbol, al lado
del rio de agua viva.” ¿Cómo conectamos de nuevo a la fuente original?
Regresando al tema original de
la gente Tlingit, es tal vez algo muy común decir que seguimos el ejemplo de
las primeras naciones de las tierras de las Américas. Que ellos saben cómo
responder a la crisis climática. Pero se base en una verdad. Fueron los
originales en la búsqueda para una vida sostenible, y podemos aprender de su
cultura original sobre cómo vivir bien en estos tiempos. ¿Cómo podemos
reconectar con la Tierra Madre, aquella figura fructífera quien nos muestra la
manera de seguir adelante? ¿Como podemos olvidar lo que suponemos y en vez
convertirnos en niños y niñas de nuevo, para entrar al reino de Dios? En el
camino, tal vez también ayudaremos a nuestro planeta para convertirnos en los
antepasados sabios para las generaciones por venir.
Amen.
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