Cuaresma 2 (C) + No resistir a Dios + 3.17.19
(www.westconcordunionchurch.org) |
M. Campbell-Langdell
All Santos, Oxnard
(Génesis 15:1–12, 17–18; Salmo 27; Filipenses
3:17–4:1; San Lucas 13:31–35)
Bendito el que viene en el
Nombre del Señor.
Bendición. Esto es lo que
imagino que sintió Abraham cuando el vio todas las estrellas en el cielo y allí
vio el número de todos sus descendientes. Cuando vio cómo iba a parecer el
futuro. Aunque él fue un hombre humilde, su vida sería el primero de una
multitud de vidas.
Esta historia en el libro de Génesis
siempre me hace pensar en el momento cuando yo visité a
una sinagoga en el este de Europa- fue
en Budapest- y allí vimos el techo de la sinagoga que estaba cubierto en
estrellas pintadas sobre donde pusieron los pergaminos del tora, como una
manera de recordar esta promesa de Dios a Abraham y a la gente judía.
Fue algo extraño ver esta
imagen de esperanza allí en este viaje porque me di cuenta de la destrucción
del holocausto en la comunidad judía en Europa y tras el mundo. Más que seis
millones de personas murieron. Casi un número tan grande que parece más que las
estrellas en el cielo, a lo menos los visibles. ¿Dónde estaba la promesa de
Dios a Abraham y a su gente entonces? Pero allí estaba, en una sinagoga que
perduraba y sobrevivió un atentado en la vida de su gente. Y esta promesa
siguió para el futuro de todos sus descendientes. Estas estrellas nos
recordaron que perdura la promesa de Dios. Dios no nos dice que va a ser fácil,
pero si nos ayuda a sobrevivir y continuar colectivamente. A ver el amanecer de
otro día en fe.
La historia fue un poco
diferente cuando Herodes llamo a Jesús en la historia recordada en el evangelio
de hoy. Herodes quiere matar a Jesús, dice aquí, pero para entender la
situación tenemos que recordar quien fue Herodes. Es un poco confuso porque
este Herodes fue el hijo del Rey Herodes que reinaba en el tiempo del
nacimiento de Jesús. Este fue su hijo menor, y no su favorito para el poder.
Herodes Antipas fue un tetrarca en vez de un rey y solo estaba en poder de una
porción del terreno. Él no tenía el poder que había tenido los reyes históricos
de Israel porque su derecho a su trono no fue tan seguro. Pero él había
escuchado algo de Jesús y de los problemas que él estaba creando.
Para Jesús, seguramente Herodes no pareció el cumplimiento de las promesas de Dios a Abraham hace tantos años atrás. De hecho, aunque como monarca judía él fue un supuesto representante de la fe judía, la verdad fue que el recibió más de su poder del imperio romano que de su posición como líder judío. La promesa de Abraham, vendido al mejor postor.
Para Jesús, seguramente Herodes no pareció el cumplimiento de las promesas de Dios a Abraham hace tantos años atrás. De hecho, aunque como monarca judía él fue un supuesto representante de la fe judía, la verdad fue que el recibió más de su poder del imperio romano que de su posición como líder judío. La promesa de Abraham, vendido al mejor postor.
Entonces no es de sorprender
que Jesús no tuviera tiempo para Herodes, ni para sus amenazas. El tenía tiempo
solo para Jerusalén. Es decir que este momento Jesús solo tenía energía y
tiempo para dedicar a las raíces de fe de su gente. A la cuidad que
representaba la unidad de su fe. Pero tristemente fue exactamente allí, en Jerusalén,
donde Jesús va a encontrar su fin. Él va a amar a su pueblo como una madre gallina
cuida a sus polluelos, pero él va a estar rechazado, y hasta va a morir a causa
de este rechazo, y el odio que desarrolla de la reacción de la gente al
ministerio de Jesús.
¿De dónde viene esta reacción
tan fuerte en contra de Jesús? ¿Esta ira y odio cuando se enfrenten con el
amor? Por supuesto en aquel tiempo pareció una decisión madura porque estaba
reforzando sus leyes, pero a veces parece a nosotros como una reacción de
temor.
Pero Jesús en este pasaje se
describe a sí mismo como la gallina que junta a sus pollitos. Entonces posiblemente
a Dios esta reacción parece como la reacción de un niño que va en contra de su
madre o de su padre. Pero nosotros que somos padres o quienes cuidan a niños
sabemos que el rechazo más difícil que podemos recibir es a veces de nuestros
hijos. Cuando mostramos amor y ellos no lo pueden recibir en el momento. Es así
multiplicado por cien lo que Jesús sintió con nosotros, porque Dios nos ama
mucho más de la mama o papa mejor del mundo. Pero también Dios nos ama y nos
perdona, justo como nosotros perdonamos en amor también. Aun en la cruz, Jesús
dice, “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.”
Nosotros también enfrentamos
esto en nuestra relación con Dios. Yo sé que a veces Dios me pide hacer algo y
o no quiero escuchar o a veces estoy muy lento de responder. Pero cada vez que
esto pasa, tengo otra oportunidad de decir un “sí”
a Dios.
Cada vez que decimos un sí a
Dios es como una oportunidad de unirnos más a su imagen, a su ser. Es una
oportunidad de crecer porque confiamos no solo de nosotros mismos pero también
de su guía en nuestras vidas. Sabemos que con Dios no hay nada imposible, así
que responder a Dios en el afirmativo necesariamente abre más puertas en
nuestras vidas.
Pero esto no solo es
importante individuamente pero también tiene que ver con el bien colectivo. Justo
como siempre oramos para la paz de Jerusalén, y en esto pedimos no solamente
para aquella ciudad pero de una forma oremos para la bendición sobre toda la
gente de las religiones abrahámicas, incluyendo a los judíos, los
musulmanes y los cristianos. Especialmente levantamos a nuestros hermanos
musulmanes en Nueva Zelandia en este momento, después de las matanzas en dos mezquitas
en ese país esta semana pasada. Cada momento en que decimos un “sí”
a Dios nos ayuda a acercar al momento en que realmente habrá paz en Jerusalén.
A acercar al momento de paz para todos. Porque pienso que la sanación de ese
parte del mundo traerá paz a todos nosotros. Justo como la sanación de
violencia en contra de cualquier grupo de las religiones abrahámicas
traerá paz a todos. En aquel momento los monarcas falsos no nos pueden amenazar
con muerte. Porque en la cuidad santa habrá un árbol para la sanación de las
naciones. Y allí todos estaremos unidos siguiendo el camino hacia nuestro Dios
clemente y bondadoso. Oremos para la paz de Jerusalén. Amen.
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