Propio 12 (A) + Semilla del reino + 7.26.20


Melissa Campbell-Langdell
All Santos, Oxnard
(Salmo 105:1–11, 45b; Romanos 8:26–39; San Mateo 13:31–33, 44–52)

El Reino del Amor de Dios es como un inmigrante de Birmania que viene a los EEUU con solo diez dólares y construye una vida.
El Reino de la Amistad de Dios es como una panadera durante la pandemia quien cuidadosamente cultiva su masa madre y lo pone solo un poquito a la masa para que se levante.
En la revista Christian Century en Mayo, Debra Dean Murphy hablo de una “comunión de los indefensos” y como se siente orar durante una pandemia. Cuando las cosas sienten muy grandes, a veces sentimos que estamos ofreciendo nuestras oraciones sin eficacia. Pero ella continue diciendo que “no hay lugar donde el amor de Dios está ausente,”[1] aun en una pandemia.
No hay lugar donde el amor de Dios está ausente. Y el evangelio de hoy nos recuerda que nunca somos muy pequeños para hacer una diferencia grande en este mundo.
Una semilla de mostaza crece en una gran planta, o posiblemente un árbol en ciertas partes del mundo. Y un poco de levadura leuda a toda la tanda. Esto vimos personalmente cuando Pastora Alene hizo un pan de canela el otro día. La levadura estaba muy feliz con el azúcar.
Cuando reuní con mi pequeño grupo del estudio bíblico Un Tal Jesús esta semana, hablamos sobre como muchos inmigrantes vienen a este país sin nada, y ellos construyen una vida, justo como el feligrés a quien réferi hace unos momentos. Nos recordamos a nosotros mismos que no somos indefensos, no importa lo que dice el mundo. Si somos inmigrantes, los de tercera edad, personas de color, mujeres, gente queer o gente con discapacidades. Somos la levadura. Somos la semilla de mostaza. Y ¡juntos crecemos algo grande!
En la lectura de Romanos de hoy, escuchamos: “Pero en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Estoy convencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente, ni lo futuro, ni lo más alto, ni lo más profundo, ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios. ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor!” (Romanos 8:38-39)
Ninguna pandemia, ninguna inequidad racial, ningún poder en este mundo nos puede separar del amor de Dios.
Esto es porque tenemos que ser la semilla, la levadura, ese pequeño trozo de bien y de esperanza que cambia el mundo. Esto es porque oremos el rosario varias veces a la semana, y alabamos juntos en línea, y nos oremos en WhatsApp, Facebook y por el teléfono. Para ser la semilla, la levadura de esperanza. Nuestra oración no es la oración de los indefensos.
En un aporte en la red social esta semana vi un activista dando consejos a otros que se deben mantener esperanzados porque los poderes de este mundo quieren que la gente pierda esperanza. Quieren convencernos que somos indefensos. Pero no lo somos. Somos la levadura. Somos la semilla. Somos sal y luz.
Ahora, la levadura funciona con la paciencia y con tiempo. Con dejarlo funcionar. Muchas veces se tiene que dejar que la masa sube por mucho tiempo. Así que tenemos que tener mucha paciencia- con los demás pero también con nosotros mismos. (Para mí esto es lo más difícil.) Tenemos que darnos a nosotros mismos permiso para descansar. Esto es irónicamente difícil en este momento. Pero tenemos que descansar de mirar las noticias. O con cualquiera cosa que mina a nuestra energía. Tenemos que pasar tiempo en la naturaleza- aun si esto es pasar un tiempo en un patio o mirar por una ventana. Sé que ir hiking o ir a la playa no es accesible para todos. Tenemos que dar a nuestros espíritus espacio para respirar. Y luego continuemos de sembrar la esperanza y dejarla crecer. Sabiendo que Dios está activando el bien debajo de la superficie. Estamos esperando y mirando, y puede parecer que todo duerme pero debajo algo se está cultivando.
Si, como la masa madre, lo continuamos de nutrir y mandar el amor diario.
Nosotros si pasaremos por esto. Si saldremos adelante. Y veremos algo del reino de amistad de Dios en este tiempo oscuro.
Si tenemos ojos para ver
Y orejas para escuchar
Y ¡si nos mantengamos fieles, confiando en el amor que nos lleva a todos debajo de todo!



[1] Debra Dean Murphy, “When we can’t pray,” Christian Century Magazine, May 20, 2020, p. 59.

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