Prop 15 (A) + Perdón + 8.16.20
M. Campbell-Langdell
All Santos, Oxnard
(Génesis 45:1–15; Salmo 133; San Mateo 15:
21–28)
Perdón. ¿Se
puede imaginar?
Cuando viajábamos por la
carretera para visitar a algunos miembros de la familia de manera socialmente
distanciada la semana pasada, Génesis a menudo se turnó para hacer de DJ en el
automóvil. Le encantaba poner, entre otras cosas, la música de Hamilton. Y
cuando leí el pasaje del libro de Génesis que es una de las lecturas de esta
semana, volví a pensar en uno de mis momentos favoritos de esa obra. Un momento
de perdón. Hamilton ha hecho un lío en las cosas. Ha engañado a su esposa. Pero
de alguna manera, en su dolor por la pérdida de su hijo, Hamilton se hace
humilde y Eliza puede perdonar.
Como Shane Liesegang de la Sociedad
de Jesuitas describe la escena,
“Hamilton toca fondo y deja ir
su orgullo. Le suplica a Eliza, repitiendo una canción de antes en el programa,
pero ahora canta su melodía de ella [finalmente para de hablar y la puede
escuchar] y el reconoce que no es digno de ella. Ella se pone de pie,
inexpresiva e inmóvil, mientras Alexander finalmente encuentra un problema del
que no puede hablar para salir. Sus palabras no pueden arreglar estas cosas.
Nada puede. Si ella lo deja quedarse, si lo deja estar con ella, eso sería
suficiente. Se compromete a hacer el trabajo”.[1]
Y, sentados en un jardín, ella
toma su mano. Perdón. ¿Lo puede imaginar?
La historia que vemos hoy en
Génesis no es tan diferente. José ha sido gravemente agraviado por sus propios
hermanos, los que deberían haberlo respaldado. Debido a que era extraordinario
o diferente de niño, no sabían cómo tratar con él. Era demasiado inteligente,
demasiado conectado con Dios con todos sus sueños y demasiado ambicioso. Vestía
de ropa extravagante. Y entonces decidieron deshacerse de él. They ditched him.
Literalmente lo metieron en una zanja. Para morir. Y luego dijeron, vendámoslo
a los traficantes de esclavos.
Pero sorprendentemente, y no
sin desafíos, José se levanta a sí mismo. Se eleva a una posición prominente,
cae y luego vuelve a subir, más alto. Y ahora sus hermanos se presentan ante
él, humillados. El está en la posición de poder ahora. Literalmente tiene el
poder de vida o muerte sobre ellos ya que están en una hambruna y José tiene
bajo su control toda la comida en la región.
Y elige... el perdón. Pero
curiosamente, no hasta que pruebe un poco a sus hermanos. Quiere ver su
carácter, si siguen siendo los mismos jóvenes duros que eran o si sean más
humildes ahora.
Y en realidad están dispuestos
a hacer el trabajo esta vez. Aunque al principio no tienen idea de por qué lo
están haciendo.
Y en esta dramática escena,
José les hace saber quién es y cómo los ha perdonado porque Dios ha usado todo
lo que sucedió para el bien.
Perdón. ¿Se puede imaginar?
Muy pocos de los que hemos
caminado por esta tierra durante un período de tiempo no hemos sido perjudicados
de una forma u otra por alguien cercano a nosotros. Es una cosa triste de la
humanidad, pero es difícil para nosotros estar en relación por un tiempo largo
sin lastimarnos intencionalmente o involuntariamente.
Entonces, el desafío de hoy de
las Escrituras es pensar en cualquier situación similar a la que existe en su
vida y comenzar el proceso de perdonar.
Pero yo digo proceso. Porque
primero tenemos que tener en cuenta si la otra persona involucrada está
arrepentida. Si no pueden ser humildes y evitar volver a hacernos daño, es
posible que no podamos avanzar en la relación. Pero aún podemos perdonar en el
sentido de que podemos escribir una carta a Dios o sellarla en una oración para
que ya no retengamos lo que una persona hizo en nuestros corazones. Los
entregaremos a las manos de Dios. Y confiamos en que, cuando estén listos, se
acercarán a nosotros. Y por la gracia de Dios, que podamos
estar listos para perdonar en persona.
Perdón. No se trata de
humillarnos para volver a ser heridos. Pero se trata de dejar ir algo que no
nos sirve. Se trata de avanzar en nuestras vidas. Si no lo hacemos nos puede
afectar espiritualmente. Podemos sentir que tenemos que evitar recibir la
comunión (espiritual o física) o podemos sentir límites en nuestra relación con
Dios. ¡Pero Dios no quiere que hagamos eso! Dios quiere acogernos en todo
momento con brazos amorosos. Dios quiere que prosperemos.
Un último pensamiento. La
mujer del evangelio de hoy también ejerce el perdón. Si yo fuera ella, podría
haber estado tan enojada con Jesús llamándome una perra que podría haberme
marchado. Pero no. Ella quería reclamar su bendición. Así que incluso perdonó a
Dios encarnado y, a cambio, ¡recibió una bendición! Sanación por su hija. La
esperanza de su corazón.
Nosotros también podemos
reclamar nuestras bendiciones. Pero es posible que primero tengamos que dar el
paso difícil del perdón, aun si significa perdonar a Dios.
Amén.
[1] Shane Liesegang, SJ, “A Grace Too Powerful to
Name: Forgiveness in Hamilton,” Jesuit Post, July 6, 2020, https://thejesuitpost.org/2020/07/a-grace-too-powerful-to-name-forgiveness-in-hamilton/
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