Propio 23 B + Ventanas del cielo + 10.13.24
M. Campbell-Langdell
All Santos, Oxnard
(Job 23:1-9, 16-17; Salmo 22:1-15; Hebreos 4:12-16; Marcos 10:17-31)
Buenos días. Las escrituras de
hoy me recuerdan que hay más de lo que se ve fácilmente. Job sufre mucho, pero
¡habla directamente con Dios!
En adición, tenemos este
hombre joven y rico. Lo vemos interaccionar con Jesús. Dice: “, ¿qué debo hacer
para alcanzar la vida eterna?” Ha seguido los mandamientos desde su juventud. Y
Jesús lo mira con amor, y dice, “Una cosa te falta: anda, vende todo lo que
tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riqueza en el cielo. Luego ven y
sígueme.” No sé de ustedes, pero muchas veces yo pienso que nos enfoquemos
mucho en la primera parte de esto. En vender todo. No es algo sencillo. ¿Nos
empezamos a preguntar- tenemos que hacer esto nosotros? ¿O este mandamiento es
solo para este hombre rico? Pienso yo que tal vez Jesús tendría otro reto para
cada uno de nosotros basado en lo que nos separa de Dios. Como el hombre rico
pensó que sus riquezas fueron una bendición de Dios, él tiene que separar de
las cosas para saber que su relación con Dios no se relata de sus cosas
solamente. Pero para algunos de nosotros tal vez el reto es dejar de pensar que
podemos hacerlo todo solos, u otra cosa.
Sugiero que hoy nos centremos
menos en la parte de este pasaje que dice que hay que renunciar a algo y más en
la invitación. ¿Crees que el joven captó la invitación que se le estaba dando?
Quiero decir, ¿realmente la entendió? Creo que no podría haberlo hecho, o no se
habría ido tan triste. Porque Jesús estaba diciendo: vende las cosas que no importan,
haz que importen ayudando a alguien que esté en necesidad y luego vuelve a mí.
Y te daré todo lo que alguna vez hayas necesitado, incluso si no sabías que lo
necesitabas.
David Serrano escribió una
carta de mayordomía muy bella, y se la recomiendo a ustedes. Nos recuerda que,
cuando damos a la iglesia, y cuando damos a los en necesidad a través de la
iglesia, vamos a estar bendecidos. No sabemos cómo funciona. Pero si funciona.
Por esto animamos a las personas a dar una porción de sus ingresos, lo que
pueden, dedicarlo a Dios antes de cualquiera otra cosa.
Cuando pedí a Pastora Alene
reflexionar sobre el concepto del diezmo, un concepto bíblico de dar un diez por
ciento de su ingreso a la iglesia (o a Dios de alguna forma), e históricamente
es el modelo para la contribución en nuestra tradición. Ella me recordó del
pasaje de Malaquías, capitulo 3, versículos 8-10: “Y yo pregunto: ¿Acaso un
hombre puede defraudar a Dios? ¡Pues ustedes me han defraudado! Y todavía
preguntan: “¿En qué te hemos defraudado?” ¡En los diezmos y en las ofrendas me
han defraudado! Sí, toda la nación, todos ustedes, me están defraudando, y
por eso voy a maldecirlos. Yo, el Señor todopoderoso, les digo: Traigan su
diezmo al tesoro del templo, y así habrá alimentos en mi casa. Pónganme a
prueba en eso, a ver si no les abro las ventanas del cielo para vaciar sobre
ustedes la más rica bendición.”
Ella dice: “de niña, tome las
palabras de Malaquías sobre defraudar a Dios muy en serio. Si no puse unos
cinco centavos de mis 50 centavos semanales en la ofrenda, preocupaba que había
defraudado a Dios. medida que fui creciendo, aprendí a apreciar este pasaje de
una manera diferente. Aprendí a apreciar su sentido práctico. Es un camino
hacia la justicia que es sostenible. No me pide que lo venda todo [a diferencia
del joven rico] y, sin embargo, me llama a hacer mi parte, a ser constante y
fiel en lo que puedo hacer para que el mundo sea un lugar mejor”.
Pienso en las palabras de la Pastora
Alene y me doy cuenta de que, en lugar de acumular sus bendiciones, al joven
rico se le pide que las comparta. Jesús le pide que sea una bendición para los
demás. Y Alene dice que cuando damos a través del diezmo, “también es bueno
desde el punto de vista económico y psicológico. Los expertos financieros te
dirán que la capacidad de dar, la capacidad de ser generoso, cambia tu relación
con el dinero. Sin embargo, es necesario presupuestarlo. Un diezmo, o dar el
diez por ciento hace exactamente eso. Proporciona un margen en el presupuesto
para dar que no te deja en bancarrota. El diezmo también proporciona un espacio
para la gratitud. Si siento que mi cheque del diezmo es grande, recuerdo cuánto
más me han dado, cuánto tengo por lo que estar agradecido”.
Me encanta esto, y pienso en
ese joven rico. Espero que haya podido procesar esto un poco y poner a prueba
el desafío de Jesús aquí, al menos un poco. Sospecho que, al dar, puede haberse
sentido más rico que cuando solo estaba cuidando su tesoro terrenal.
Pero hay algo más. En
Malaquías, Dios dice que Dios derramará sobre ti una bendición sobreabundante.
Pienso en el aceite que corre por tu cabeza, o en la copa rebosante de vino
nuevo, la mesa abundante. Esta es la abundancia que Dios quiere para ti. Dios
quiere bendecirte.
¿Cómo se produce esta
bendición? Proviene de estar dispuesto a renunciar a todo, y para nosotros
suele ser simbólico al decir, antes de que comience el año e incluso antes que sepamos
cómo serán realmente nuestras finanzas, Dios, confío en ti. Me comprometo a
darte esta cantidad, mi diezmo, y confío en que me bendecirás.
Jesús lamenta la falta de
voluntad del joven para intentar renunciar a lo conocido para explorar el
desconocido. Lo que el joven parece no poder ver es lo que Jesús puede
ofrecerle. Más tarde, Pedro dice que los discípulos también han renunciado a
todo para seguirlo. Y Jesús dice, sí y nadie que haya renunciado a algo,
parientes o tierras, no recibirá el ciento por uno de lo que renunció, y la
vida eterna. Y persecuciones, pero no enfocamos en esto ahora.
No sabemos exactamente qué
significa esto. Sabemos que no muchos de los discípulos se volvieron
fabulosamente ricos siguiendo a Jesús, o grandes terratenientes. Pero la
mayoría de ellos no tenían campos a los que renunciar. Pero aquellos que habían
comenzado como simples pescadores, descubrieron que pescaban para la gente y
que eran ricos en peces de ese tipo. La gente estaba allí para ellos, les
proveía y los amaba. Y ellos amaban a la gente.
Al mismo tiempo, sabemos que
Dios proveerá materialmente, según lo necesitemos. Pero las promesas y
bendiciones de Dios son mucho más grandes que eso.
Martín Lutero dijo una vez:
“La fe no requiere información, conocimiento y certeza, sino una entrega libre
y una apuesta gozosa en la bondad [de Dios] no sentida, no probada y
desconocida”.
O como nos recuerda la Pastora
Alene de las palabras de Dios de Malaquías: “Pónganme a prueba en eso, a ver si
no les abro las ventanas del cielo para vaciar sobre ustedes la más rica
bendición”.
Amén.
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