Propio 25 + Que quieres que haga por ti? + 10.27.24


M. Campbell-Langdell

All Santos, Oxnard

(Job 42:1–6, 10–17; Salmo 34:1–8, (19–22); Hebreos 7:23–28; San Marcos 10:46–52)

 

—¿Qué quieres que haga por ti?

En el seminario, hice una amiga llamada Tammy. Me encanta Tammy, que era mi compañera de dormitorio y que estudiaba en el seminario franciscano. Es graciosa y brillante. Pero Tammy tenía un problema. Estaba en silla de ruedas, y por eso la gente la trataba como a una niña o daba por sentado que sabían cosas sobre ella y lo que quería. Su problema no era estar en silla de ruedas, sino cómo reaccionaban los demás ante su situación de estar en silla de rueda. Recuerdo una lección muy importante: una vez, mientras empujaba su silla de ruedas por un pasillo empinado en el seminario, tuve que acordarme de preguntarle qué quería y no solo empujarla como si fuera una persona sin capacidad de decisión.

Por esto, pienso que las palabras que Jesús dice a Bar-timeo en la lectura de hoy son tan importantes: —¿Qué quieres que haga por ti?

Bar-timeo. Significa hijo de Timeo, como nos dice en la lectura, así que lo escuchamos dos veces, que es una buena indicación que debemos prestar atención. Es la primera vez en el evangelio de San Marcos que se llama “Hijo de David” a Jesús. Es un nombre mesiánico. Así que aquí tenemos al hijo de Timeo y el hijo de David. Aquí tenemos a Jesús sanando a una persona ciega, después de preguntar qué es lo que quiere que haga. Y en un nivel es un poco irónico.

Porque esto es como trataba el Rey David a la gente ciega, a lo menos los que percibió como de un estado enemigo, en una ocasión. El Rey David se dirigía hacia Jerusalén para atacar a los Jebuseos, que fueron los habitantes de esta región. “Y los jebuseos, creyendo que David no lograría entrar en la ciudad, le dijeron: «Tú no podrás entrar aquí, pues se bastan los ciegos y los inválidos para no dejarte entrar.» (2 Samuel 5:6).  Pero David capturó la fortaleza de Sión, y dijo que deben matar a los ciegos y a los inválidos, porque bloquearon su habilidad de capturar la ciudad. En Secundo Samuel dice que de allí viene el dicho: «Ni los ciegos ni los inválidos pueden entrar en el templo del Señor.» (2 Samuel 5:8).

Para tratar esto justamente, esto es solo un ejemplo. Tal vez David fue maravilloso con otra gente ciega en otra ocasión. Pero creo que debemos notar algo aquí. Jesús, el hijo de David, hace mejor en esta ocasión que el Rey David de leyenda. No digo esto de una manera antisemítica. Jesús se vio a si mismo como un judío, reformando una religión que amaba mucho. Pero a la vez quería mostrarnos las áreas de ceguera espiritual no solo para los judíos, pero para todos.

Porque al empiezo de este pasaje, la gente quiere callar a Bartimeo. Cállate, no lo molestes a Jesús- parecen decir. Hasta que finalmente Jesús le presta atención. Y luego, todo cambia- vete a él, te quiere hablar. Y interesantemente Jesús no parece solo decir, okay, eres ciego, te sanare. No. El hace la pregunta: —¿Qué quieres que haga por ti?

Me encanta la descripción que hace Peter Carlson de Jesús. Dice que era un judío de piel morena que deambulaba por ahí ofreciendo atención médica gratuita. Y eso es cierto.

Pero Jesús también invitó a la participación y al libre albedrío de cada persona. Nunca presionó ni dio por sentado nada. En un par de ocasiones, parece haber prejuzgado, pero luego se toma bien la corrección.

Esto me hace pensar. Jesús, hijo de David, lo hizo mejor que el rey David de antaño. No veía como malos a quienes tenían habilidades diferentes. De hecho, ellos fueron algunos de los primeros a los que dio la bienvenida al reino de Dios. ¿Cómo podemos hacer eso como iglesia? No asustarnos por las diferencias aparentes, sino invitar a la gente a entrar.

Porque lo que sucede a continuación es importante. Jesús invita a Bartimeo a ir, ¡y él lo sigue a Jesús! En comparación con el joven rico, que no puede desprenderse de sus cosas, él se despoja incluso de su capa, tan dispuesto a seguirlo es el. Casi podemos imaginar a otro discípulo, más experimentado, diciendo: “Tranquilízate, esto es una maratón, no una carrera de velocidad”. Pero debería sacar una A por su entusiasmo. Todos necesitamos ese recordatorio para levantarnos y seguirlo de vez en cuando.

Jesús invita a Bartimeo a ir y vivir en su bienestar, y nos invita a hacer lo mismo. También estamos llamados a seguirlo. ¿Cómo podemos hacerlo? Tratando, a nuestra manera humilde y humana, de emular a Jesús. Tratando de servir a los necesitados en lugar de poner obstáculos en su camino. Y luego, cuando se nos pida ayuda, mantengamos los ojos, la mente y el corazón abiertos. No siempre sabemos lo que alguien necesita. Bartimeo habría estado en su derecho de no pedir una curación física, sino una restauración de otro tipo. Sabemos que muchas personas que los que nacemos con capacidades normales percibimos como personas con necesidades especiales o discapacitadas no se ponen esa etiqueta. Muchas personas sordas están orgullosas de ser sordas y no desearían que se les quitara esa etiqueta. Otras personas con cuerpos discapacitados quieren menos dolor o incomodidad, pero por lo demás se sienten bien con ser personas con limitaciones físicas. No podemos hacer suposiciones. Debemos preguntar "¿qué quieres que haga por ti?"

Pero antes de llegar allí, debemos estar muy quietos y pedirle a Jesús que nos sane primero. Debemos aplicarnos nuestras propias máscaras de aire primero, acercándonos a Jesús en oración y pidiendo sanación. Cuando Él pregunta “¿Qué quieres que haga por ti?”, quiero que seas valiente. Que te atrevas a desear algo grande. Que seas capaz de dejar ir algo o sanar algo que realmente te está agobiando. Dios puede no quitarte esa cosa por completo, pero Dios puede transformarla. Y a veces eso es mejor que quitarte la carga como si nunca hubiera estado allí. Pero si buscamos la sanación primero, entonces podemos ser parte de la sanación de otro. Pero si andamos por ahí con nuestras heridas sin sanar, podemos hacer más daño que bien.

Hablando de los que están heridos, al final de la historia de Job, sus amigos, quienes, admitámoslo, han sido unos idiotas hasta ahora, vienen y se reúnen a su alrededor. Tiene una nueva familia y una nueva historia, pero no ha olvidado sus antiguas penas y pérdidas. Y sus amigos, finalmente, ofrecen su compasión después de lo que parecen años de abandono.

En este tiempo de elecciones, veo a este ícono del cuidado comunitario como un modelo para nosotros. Porque todos tenemos heridas, aunque algunas son más visibles que otras. Así que, ¿Cómo podemos mirarnos unos a otros y ofrecer, compasión sin prejuicio y empatía genuina? ¿Cómo podemos apoyar a quienes desean atender las necesidades de todos en nuestra comunidad, ya sean documentados o indocumentados, sin discapacidades o con cuerpos que se expresan de manera diferente? ¿Cómo podemos mirar a nuestros vecinos y no ver aliados o enemigos, sino amigos y vecinos a quienes podemos invitar a una historia más amorosa y justa, si están dispuestos a interactuar con nosotros?

Una vez que podamos mirar más allá de nuestras lentes y prejuicios, podremos ver la gloria del mundo que nos rodea. Podemos ver la bondad suprema de tantos de nuestros semejantes. Podemos alentar lo mejor de cada uno, nuestros mejores ángeles. Y podemos tener la esperanza de un mundo en el que nadie sufra injustamente. Seamos honestos. Algunos no se relacionarán bien con nosotros. A veces tenemos que sacudirnos el polvo de los pies y orar por la gente. Puede que todavía no veamos el cumplimiento del reino de Dios. Pero hasta entonces, nos aferramos a la promesa de la resurrección y al gozo de seguir a Jesús, recorriendo el camino de Bartimeo y regocijándonos por la salud y la sanación que encontremos en el camino.

Amén.


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