Ascensión (A) + Corres conmigo, Jesus? + 5.24.20

("Mi Señor Jesus", Jesus Mafa)

M. Campbell-Langdell
All Santos, Oxnard
(Hechos 1:6–14; Salmo 68:1–10, 33–36 LOC; San Juan 17:1–11)

»Yo te ruego por ellos; no ruego por los que son del mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo que es mío es tuyo, y lo que es tuyo es mío; y mi gloria se hace visible en ellos.
»Yo no voy a seguir en el mundo, pero ellos sí van a seguir en el mundo, mientras que yo me voy para estar contigo. Padre santo, cuídalos con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado, para que estén completamente unidos, como tú y yo.»   (Juan 17:9-11)
Las palabras de Jesús son tan dulces aquí, tan llenos de amor para los discípulos y para todos sus amados seguidores. Me hacen pensar en la relación personal que Jesús tiene con cada uno de nosotros. En el bautismo, cuando se unge a la persona bautizada, decimos que esta persona esta “marcada como propiedad de Cristo para siempre” y los invitamos a la familia de Dios. Los discípulos seguramente hubieran sentido como parte de la familia de Jesús, como dejaron a sus casas y sus empleos para seguirlo.
Pero por muchos de nosotros, es raro sentir un momento de sentir tanta intimidad con Dios. Empecé a sentir un poco de lo que sintiera, esta intimidad con Jesús, como de un  amigo íntimo, el verano pasado cuando fuimos a Manoppello, Italia.
Llegamos allí por razón de un libro que nos habló de una imagen asombroso de Jesús que pareció al observador que realmente estaba viendo a Jesús, no solo una representación de él. Entramos en el pueblo después de una aventura – continuamente no vimos una solo derecha así que fuimos en círculos en el campo, y todo el tiempo estaba lloviendo. Pero finalmente llamamos al hotel y un empleado – ¡llamado Emmanuelle! Vino en su propio auto para rescatarnos y traernos al hotel. Finalmente llegados, y después de entrar a nuestro cuarto, fuimos a la iglesia al lado del hotel para peregrinos. Y empecé a llorar, viendo la imagen de Jesús. No muy fuerte. Los que me conocen saben que no soy una para muchas lágrimas, pero el sentimiento que me llegó en este momento fue de llegar a casa a ver a mi Salvador. A sentir más cerca de el de una nueva manera.
Desde esa experiencia en Manoppello, he estado llevando la pulsera del rosario que compré allí por un par de euros con una pequeña reproducción de la imagen de Jesús en ella. Quebró el otro día, pero lo re-encadené con una sola adición, un pequeño corazón, junto con la cruz y las cuentas. El corazón dice que mi corazón esta con Jesús, y cada vez que siento que es demasiado, miro a la cara sonriendo sutilmente y sé que él está detrás de mí. “Te tengo,” me dice. No solo en este pasaje, pero en su propio ser.
Mientras celebramos el domingo de la Ascensión hoy, celebramos el momento cuando Jesús se fue para preparar un lugar para nosotros. Y esto es una promesa. Él nos tiene. Su Espíritu nos guía en este mundo, y nos dará la bienvenida en el porvenir.
Dios nos tiene. Pero no solamente a mí personalmente, o a Ud. personalmente. Jesús está detrás de cada persona que se siente solo en este mundo, que siente acosado.
Jesús corre con el hombre negro quien tema hacer ejercicio afuera después de lo que pasó a Armaud Arberry y muchos más. Jesús esta con la madre enfrentando la depresión post-parto y siente aún más aislada ahora. Y con muchos más.
El sacerdote episcopal Malcolm Boyd escribió un libro en 1965. Se llama Are You Running With Me, Jesus? O en español, “¿Corres conmigo, Jesús?” Y muchas de sus preguntas están aptas hoy en día. En los 1960 todo pareció confuso. Nuestras ideas sobre Dios estaban confrontadas, y la sociedad estaba cambiando. Para algunos, Dios pareció muerto, pero fue más que nuestros conceptos sobre Dios estaban cambiando. No tan diferente a ahora. Todo parece desordenado, y mucho más inseguro aun de lo que pareció en enero, que no dice mucho.
Y tenemos que creer que Jesús corre a nuestro lado.
En su libro, Boyd dice:
Estoy llorando y gritando por dentro esta noche, Señor, y me siento completamente solo.
El momento es sumamente importante; este momento presente es de suprema importancia. Yo sé. Pero quiero anclarme en el pasado y llorar lágrimas de la lastima de mí mismo. Cuando busco adelante esta noche, veo la futilidad, el dolor y la muerte….”[1]
¿Cuántos de nosotros hemos sentido algo parecido recientemente?
Boyd también dice:
“¿Dónde estoy corriendo? Tú sabes estas cosas y no puedo entender. No es que me tienes que decir. Todo lo que cuenta es que alguien sabe, y es ti. Esto ayuda bastante.
¿Te seguiré, está bien? Pero guíame, Señor. Ahora tengo que correr. ¿Corres conmigo, Jesús?”[2]
¿Corres conmigo, Jesús? Caminas conmigo, o ¿estás a mi lado mientras hago una más llamada en Zoom o por teléfono? Sé que tú estás aquí.
Sabemos que él está con nosotros. Porque nos dijo. Él va para preparar un lugar para nosotros. Y hasta entonces, su Espíritu nunca nos dejara, ni nos abandonara. Y esto ayuda bastante.
Amen.


[1] Malcolm Boyd, Are You Running With Me, Jesus? Extractos se ubican aquí: https://pdfs.semanticscholar.org/2847/cec311fab5c41a2331c4812dd8661d8c8284.pdf. Mi traducción.
[2] Ibídem.

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