Pascua 4 (A) + Dios y cambio + 5.3.20

(Trinidad por Rublev)

M. Campbell-Langdell
All Santos, Oxnard
(Hechos 2:42–47; Salmo 23; San Juan 10:1–10)

“Todos los días se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón (Hechos 2:46).”
Leyendo los pasajes esta semana, me sorprendí por el impacto de los cambios que debe haber pasando mientras que los feligreses vivían su nueva fe y como todo estaba cambiando para ellos. Ganaron tanto mientras vivían en comunidad pero también perdieron otras cosas. Los que tenían riquezas para compartir literalmente perdieron finanzas para ganar otro tipo de riqueza espiritual y comunitaria. Y los que decidieron ser cristianos en contra de los deseos de sus familias perdieron relaciones con sus familiares.
Estos nuevos creyentes no necesariamente fueron pobres. Ellos probablemente fueron de diferentes trasfondos socioeconómicos y mientras todos encontraron salvación en Jesús sus experiencias de este tiempo probablemente fueron muy diferentes. Pero fuero parte de un gran cambio individuo y en el nivel de la sociedad mientras abrazaron a Jesús y la comunidad cristiana.[1]
Estos cambios me hicieron reflexionar sobre los cambios que estamos experimentando ahora. Me fascina escuchar en las noticias sobre los cambios que ahora pensamos que están temporarias pueden afectar grandes cambios en el largo plazo. En el radio esta semana, escuche sobre si hemos llegado ya a nuestra máxima producción de oleo crudo, en vez que en 20 años más. Puede ser que a pesar de todos los tiempos que hemos sentido que no podemos hacer un buen impacto en nuestro medio ambiente, que posiblemente esta crisis ha ayudado a nuestra madre tierra. ¿Puede ser que el Espíritu Santo nos da otra oportunidad para salvar a nuestro planeta?
Pero en decir esto no quiero olvidar del gran sufrimiento que nos rodea. Esta semana escuche de varias personas que han perdido personas muy cercanas – en esta diócesis y en este país. Escuché de varias personas que no han estado trabajando  están decidiendo entre pagar sus cuentas o comer. En las primeras semanas de este tiempo solo un par de familias me pidieron ayuda (y ¡gracias a Dios pudimos compartir!) pero ahora la necesidad parece mucho más grande. Hay sufrimiento. Y luego hay las pérdidas diarias. Cuando no puede salir para abrazar a alguien quien ama. O cuando alguien pierde su trabajo, especialmente si trabajan en su mismo lugar de empleo. O cuando alguien se pone enfermo.
Pero a pesar de estos desafíos, siento que este tiempo nos quiere enseñar algo. Si estamos dispuestos a escuchar. Nos dice que debemos celebrar a pequeños éxitos – esos tiempos cuando siente uno como “yo lo tengo” o “yo sé cómo responder a esto” – those moments of “I got this!” aun si están temporarias.
Nos estamos invitados a una mejor apreciación de la naturaleza. A partir de con la alabanza, nada me ha “recargado las pilas” tanto recientemente como ir a la playa, manteniendo mi distanciamiento social. Ver a las olas y dejar que el agua acaricie a mis pies me relaja. Posiblemente para algunos de Ustedes esto es caminar en su vecindario o a un parque. Si son como yo, entrar de nuevo en la naturaleza, aun si esta solo en mi patio trasero, me sana.
Creo que también en este momento estamos invitados a sentir el dolor y pesar como sea necesario. Debemos llorar con los que lloran. Según lo posible, deja un momento para orar después de escuchar de una perdida antes de progresar a la próxima cosa.
Estamos todos juntos en esto. We are all in this together. Este ha sido una palabra de moda recientemente en las últimas semanas, y de un lado lo rechazo. Porque no soy yo la enfermera en el salón de emergencia, ni la persona que ha perdido su trabajo y lucha para sobrevivir. Esta no es mi experiencia. Yo estoy muy bendecida en esto. Pero como cristianos si estamos juntos en esto.
Porque como cristianos, realmente compartimos en lo que es más importante. Posiblemente no literalmente compartimos todas nuestras posesiones (de hecho más tarde en el libro de Hechos es claro que no todos lo harían completamente, como en la historia de Ananías y Safira). Pero compartimos nuestros tesoros – materiales pero también nuestros dones espirituales – y esto nos hace más ricos en comunidad. La iglesia ha pasado por momentos difíciles en el pasado y aun a esto Dios redimirá.
No podemos estar todos juntos en persona ahora. Pero tenemos en común:
-la presencia de Jesús – nuestro Buen Pastor – quien nos guía por el desafío de este momento.
- el amor de Dios nuestro Creador – que nos abraza aun mientras no podamos abrazar físicamente todos.
Y
- la gracia del Espíritu Santo que nos fortalecerá mientras caminamos por la pérdida hasta la promesa de la nueva vida.
Amen.


[1] Rodney Stark, The Rise of Christianity (Princeton: Princeton UP, 1998), 29-47.

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