Propio 22A + Libertad + 10.4.20

 


M. Campbell-Langdell

All Santos, Oxnard

(Éxodo 20:1–4, 7–9, 12–20 Salmo 19 Filipenses 3:4b–14 San Mateo 21:33–46)

“Por causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura a cambio de ganarlo a él y encontrarme unido a él….”

Estas fueron las palabras de San Pablo hablando a los Filipenses pero también pudieron haber sido dicho mil años más tarde por San Francisco de Asís, antes de que él fue conocido así. Él fue llamado Giovanni por Juan el Bautista, y él estaba de pie en una capilla. Aunque tenía el nombre de un santo, él había vivido una vida loca. Había festejado y gastado el dinero de su padre. Y ahora, tratando de escuchar a Dios en esa capilla, él escuchó las palabras, “reconstruye a mi iglesia.” Y él lo tomó muy literalmente. Fue y vendió unas telas de lujo que vendía su padre y empezó a reconstruir una iglesia en San Damiano, Italia. Pero él no entendió que Dios quisiera que él reconstruyera a la iglesia de una forma espiritual. Lentamente él entendió, y entre besar a un leproso y dejar al lado todo lo que le perteneció como un hombre rico, él encontró una libertad. San Francisco nos mostró como conectar más allí que la plata. Y su simplicidad le conectó con animales. Fue famoso por muchas otras cosas, como tener un dialogo entre fes con un sultán (un líder musulmán) y otros logros. Pero nosotros conectamos más con Francisco en su manera de honrar a los animales y la creación de Dios. Y por eso bendecimos a los animales hoy.

Francisco sabía lo que era deshacerse de algo que lo ataba y encontrar la libertad en una nueva forma de vida.

En la lectura de Éxodo de hoy vemos a los israelitas, ahora liberados de la esclavitud. Reciben una lista de leyes. Esto parece contrario a la intuición. Seguramente quieren tener libertad, no más leyes. Pero lo que encontraron y lo que descubrió Francisco fue que en seguir las leyes y los caminos de Dios encontraron la libertad. Son un pueblo libre, libre de seguir estas leyes para poder vivir en una sociedad libre. Los hermanos y hermanas de Francisco siguieron una vida más austera que sus vecinos, a veces hasta el extremo, pero en su simple regla, encontraron la libertad. Amar a Dios y a los demás.

Parece apropiado que la parábola de Jesús de los inquilinos injustos del viñedo de hoy esté dirigida a la élite de Israel. No le estaba contando esta parábola a la gente común. Estaba destinado a las autoridades religiosas de su época y lugar. Porque con demasiada frecuencia nos volvemos la cabeza con codicia y rechazamos el mensaje que Dios nos está enviando de su amado hijo que vino por nosotros y por nuestra salvación.

Es posible que algunos de ustedes hayan visto un programa de televisión muy tonto y, a veces, crudo. Se llama "S. Creek" (y me disculpo porque el nombre suena vulgar pero se escribe como apellido y por esto no estoy diciendo todo el nombre). Alene y yo nos estamos poniendo al día con los episodios y la premisa es que hay una familia que es muy adinerada y estaban tan a gusto con su riqueza que confiaron en un gerente de negocios sin escrúpulos que nunca pagó sus impuestos y llegan a un momento de ruina. Y el único activo que tienen es que son dueños de un pueblo llamado S. Creek que el padre compró en broma para su hijo. Vienen a vivir a este pueblo y lo han perdido todo y creen que no pueden relacionarse con la gente sencilla del pueblo. Pero eventualmente encuentran un propósito. El trabajo simple que antes estaba debajo de ellos se convierte en un lugar para que aprendan y crezcan como personas. Este es un cuento secular, pero creo que nos dice algo como cristianos. ¿Buscamos la riqueza? ¿O buscamos dónde Dios puede usarnos mejor? Incluso si no nos hará ganar tanto dinero, podríamos sentirnos más satisfechos.

También san Francisco lo abandonó todo y mostró a las élites de su tiempo cómo seguir verdaderamente a Jesús. Si alguna vez hubo un momento en el que necesitamos volver a la sencillez y alejarnos de la codicia, es ahora que nos preparamos para las elecciones. ¿Qué buscamos en un líder? ¿La capacidad solo de ganar dinero, independientemente de cuántos mandamientos se rompa? Ese es el camino hacia un pueblo no libre y un mundo no libre.

¿O buscamos a personas no solo en el presidente sino en nuestro liderazgo local y estatal, que escuchen a los animales, a la tierra y a las necesidades de los pobres? ¿Quiénes se preocuparán tanto por nuestro planeta como por las ganancias?

Dios ha enviado a su hijo al viñedo de este mundo. Abracémoslo con los brazos abiertos como lo haríamos con nuestra mascota favorita. Que regresamos su abrazo. Porque nos alcanza desde la cruz con brazos amorosos. No le importa que tengamos éxito; solo quiere amarnos y mostrarnos cómo amar a los demás.

Para que digamos con Pablo, e imagino con Francisco también, “Hermanos, no digo que yo mismo ya lo haya alcanzado; lo que sí hago es olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está delante, para llegar a la meta y ganar el premio celestial que Dios nos llama a recibir por medio de Cristo Jesús.”

Amen.

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