Pascua 2019 + 4.21.19 + me dejé a mi mismo creer


M. Campbell-Langdell
All Santos, Oxnard

Soy uno de sus seguidores. Y yo vi todo. Después de salir del jardín, cuando Jesús fue llevado ante las autoridades, yo caminaba casi sin dirección y me encontré entre los diferentes grupos que se estaban juntando acerca del lugar donde Jesús estaba reuniendo con los que dirigían el templo. Mi rabino tan sabio, bajo juicio. Sentí perdida. Tan lleno de miedo. No dormí mientras me preocupaba sobre lo que iba a pasar al quien habíamos seguido nosotros estos tres años. Yo junté al grupo alrededor del segundo año, pero casi no recuerdo el momento especifico. Solo sé que todo se puso claro para mí cuando conocí a Jesús. Mi vida cambió de estar en blanco y negro hasta estar en todo color cuando lo conocí. Cuando empecé a aprender de él, todo lo demás no me importaba de la misma manera.
Ahora sintió como estaba perdiendo a eso, también. Sintió como lo estaba perdiendo momento tras momento, mientras que lo vi llevado ante Pilato. Mientras lo vi cargando a su cruz. El peso de esa cruz enorme casi pareció tratar de hacerlo caer en la colina mientras lo forzaban ascender. Él iba a su muerte, y a una muerte cruel. Casi no podía mirar todo el tiempo. Encontré a los otros discípulos, otros quienes habían comido con él y  quienes lo habían escuchado. Y quienes trataban, de una manera sencilla, de servirlo. Lo vi hablando con las mujeres y al quien él amaba, y yo sabía en mi corazón que él me amaba también, todavía. Rompió mi corazón verlo así. Todos necesitábamos estar fuertes para el ahora.
Pero ¿Cómo? Cada uno había dejado a todo para seguirlo, y no sabíamos cómo estar sin nuestro líder. Y luego el murió, y ¡como lloré!
Ahora, es el día después del día del reposo. Tengo que confiar que solo encontré un lugar con unos otros discípulos—una casa de un creyente – para quedarme un rato y llorar. Y orar. Dios, dígame lo que sigue. Yo sé que todo esto no pasó para nada. Escuché de Alosia, el discípulo quien ha ofrecido su casa tan graciosamente, que algunas mujeres están preparando para traer unas especies para preparar a su cuerpo. Pero yo no sentí fuerte para ir con ellas. Todavía me sentí muy perdida.
Luego, la cosa más extraña ocurrió. ¡Ellas regresaron corriendo! ¡No había visto a la otra María corriendo por años! Vi a ellas corriendo hasta donde Pedro y los demás estaban justo empezando su desayuno. Parecieron muy desordenadas, pero así estábamos todos. Ninguno de nosotros pudiera pensar bien. Y empecé a escuchar a las palabras que estaban saliendo de sus bocas. Que habían llegado a la tumba – y ¿que la piedra grande estaba movida? ¡Ay, no! Pensé. Seguramente estaban robando la tumba. Pero ¿no sabían que sus riquezas no fueron de este mundo? Luego escuché que ellas hablaron de ver un ángel. Ahora, todos estamos un poco alterados, pero ¿un ángel? ¿De verdad? Todo esto pareció más y más extraño. ¿Y qué dijo el ángel que se había resucitado Jesús? Que no estaba muerte, ¿pero vivo? En aquel instante, empezaba a sentir muy rara. No había comido bien por días, ninguna comida completa después de la cena que todos compartimos, cuando Jesús lavaba los pies de los lideres, mostrándolos como amar.
Y no había dormido, justo como imagino que no habían dormido los demás. Así que algunas de nuestras reacciones no fueron tan amables como Jesús hubiera gustado. Pero de hecho callamos a las mujeres al principio. No lo queríamos escuchar. No queríamos sentir la esperanza, solo para sentir la desilusión de nuevo. Silencio, decimos. Tenían que comer algo, y descansar un rato. ¡Están imaginando todo esto!
Pero Pedro nunca pudiera ir con la onda. Tenía que ver por sí mismo. El corrió hasta donde habían dejado a Jesús en la tumba. Rompió mi corazón, pensando en Jesús allí, con su cuerpo quebrantado y sin vida. ¿Y para qué?
Estaba segura que Pedro iba a confirmar que alguien había sacado su cuerpo por una razón, o que las mujeres estaban confundidas, que habían ido a la tumba equivocada. O que estaba demasiado oscuro para ver el cuerpo, o que alguien estaba haciendo un chiste cruel. Pero no. Él fue a la tumba, y vio lo mismo, y ¡el creó!
Y, no sé cómo, pero los demás de nosotros tomamos el riesgo. Abrimos nuestros corazones. Decimos, ¿Cómo sería si Jesús estuviera vivo? Y ¡la idea fue tan gozosa que estábamos sonriendo y llorando a la vez!
Por supuesto algunos de nosotros todavía estábamos inseguros. No lo habíamos visto todavía. Y yo entiendo. Para ser honesta, mientras creí en parte, otra parte de mi estaba con miedo para creer. Con miedo de imaginar algo tan asombroso. De hecho, todos hablamos sobre la resurrección, y aun vimos a algo semejante pasar con Lázaro. Pero ¿pudiéramos haber estado mal? Posiblemente fue una delusión colectiva.
Pero día tras día empezamos a escuchar más historias. Los compañeros que estaban caminando hacia Emaús que lo vieron. Los que estaban en el cuarto cuando el apareció. Él los mostró sus manos y sus pies. Él habló en contra de sus dudas. Estábamos tan penosos de no creer completamente, después de todo lo que habíamos vivido juntos. Pero no sé qué, pero el entendió. Luego unos aun comieron con él. Y allí estaba, enseñándonos de nuevo. No estaba yo por esa parte, pero mientras escuché más historias, empecé a creer. Y mi corazón estaba tan lleno, casi no pudiera soportarlo. Escuché ese testimonio, y lo tenía que compartir. Los otros discípulos y yo, lo tenemos que compartir. Tenemos que decir, ¡Jesús resucitó! Y aunque tenía que ascender y reunir con nuestro Dios y su Padre, ya se. Que él nunca nos abandonará. Que su Espíritu está con nosotros. No dudan, pero déjese a si mismo creer. ¡Aleluya!

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