Navidad I + Gira con gozo + 12.27.15

M. Campbell-Langdell
All Santos, Oxnard
(Isaías 61:10–62:3; Salmo 147; Gálatas 3:23–25; 4:4–7; San Juan 1:1–18)

Consuela, Consuela a mi gente. Comfort, comfort ye my people. Así dice el profeta Isaías en otra parte de lo que leímos hoy.
Y Dios responde a nuestro llamado para consuelo. Dios viene con nosotros, viene a vivir con nosotros, la palabra significa, viene a poner su carpa entre las nuestras. En un pueblo del desierto, es decir, que Dios se puso firmemente en nuestro lugar de vivir. God pitched his tent among us.
Y Dios vino como un niño, un bebe. ¡Qué cosa bella y rara! What a wonderful strange thing that is. Una criatura en necesidad de consuelo; de confort, vino a nosotros, para darnos consuelo. Pero ¿Qué consuelo le dimos? No había mucho en su vida corta que hablaba del consuelo de la humanidad. Una madre cariñosa, sí. Una mujer lavando sus pies con sus lágrimas, su cabello y su perfume. Esas y posiblemente más de que no sabemos, pero la vida no trató tan bien a Jesús de Nazaret. Sin embargo, el vino a nosotros, el hijo de Dios, y nos amó. Y nos ama todavía.
Juan quisiera hablar de este misterio, del Dios que vino a vivir entre nosotros, en este primer capítulo de su evangelio. Y en hacerlo él ocupaba su imaginación. Hablando de otro libro, el libro de Isaías, el historiador bíblico Walter Brueggemann dice que es un “acto de la imaginación de Jerusalén.”[1] Quiere decir que estas escrituras fueron recibidas por Dios e imaginadas por un pueblo en exilio que creía en la salvación que iba a venir de su Dios. Soñaban la manera en que Dios les iba a re-establecer sus fortunas. De la misma manera, este capítulo del libro de San Juan es un acto de la imaginación cristiana. Digo esto porque fue escrito con un entendimiento de que una persona vino al mundo en Jesús de Nazaret quien fue completamente diferente que cualquiera otra persona que ha vivido antes o después, pero quien también vivía justo como todos nosotros. Y además, en ver o escuchar de su vida, muerte y resurrección, la gente en el tiempo en que escribió Juan está convencida que él fue el hijo de Dios.
El hijo de Dios. So they know Jesus was this man that lived, who was totally different and yet just like all of us. And they know that he was the son of God. El hijo del Dios de toda la creación. Del Dios que, como escuchamos en los salmos, “cubre los cielos de nubes, y prepara la lluvia para la tierra”; quien “Hace brotar la hierba en los montes, y plantas verdes para la humanidad” (Salmo 147:8-9). Y mucho más. ¿Cómo entendemos esto, que un Dios que hizo todo, quien hasta cuenta el número de las estrellas, pudiera ser contenido en el cuerpo frágil de un bebe, de un ser humano? How on earth to understand it? De una manera, no podemos. Lo tenemos que vivir de una manera. La encarnación es algo que se tiene que entender en su cuerpo. The paradox—la paradoja—es que este entendimiento realmente cerebral, se tiene que vivir de una manera celular.
Este adviento practiqué algo diferente. Pastora Nancy, de la iglesia Luterana, nos invitaron a varios a participar en un reto en Facebook. Cada día del Día de Acción de Gracias hasta la Navidad tuviéramos que caminar una milla cada día. I accepted a challenge to walk just one mile a day, but every day, from Thanksgiving to Christmas, with a local pastor, Pastor Nancy. Solamente fue una milla, pero el reto fue hacerlo cada día. Sin falta. Y lo hice. Y algo interesante pasó. No bajé de peso realmente—imagino que porque también estaba comiendo la comida de las fiestas y solamente era una milla. Pero si me dio un pequeño empujo a salir a mi comunidad, a mi vecindario, con más frecuencia. Notaba muchas cosas. Dije “hola” a muchos vecinos. Vi a mi vecina una vez en su caminata diaria. Salí sin audífonos así que tenía que mirar alrededor—vi el cielo, el agua en la marina  cerca de nuestra casa, las luces de Navidad. Varias veces Alene me acompañaba, y esto fue lindo, hablar juntos. Pero también cuando fui a solas me hizo ver mi vecindario de una nueva manera. Y lo encanté. Sentía más conectada con mis vecinos. Me hizo salir al mundo exterior y mover afuera. De sentir en mi cuerpo como era el mundo afuera de mi puerta o de la iglesia. Me acostumbro a caminar bastante, pero este ejercicio me empujó a hacerlo más. Fue un ejercicio de conectar con el mundo por medio de mi cuerpo.
Una traducción de esta lectura de Isaías de hoy se va así: “Regocijando, regocijo en el Señor. Mi alma gira con gozo en mi Dios.” We could hear Isaiah today saying “Rejoicing, I will rejoice in the Lord. My soul spins with joy in my God.”[2] Mi ser entero, mi alma, gira con gozo en el Señor. En venir a este pobre mundo, Jesús puso una vibración nueva en toda la creación.
Los sufís, los musulmanes místicos, tienen una práctica de girar rápidamente en círculos para sentir el divino misterio, para estar en meditación. Isaías muestra que cuando sentimos a Dios en nuestros cuerpos, a veces, sentimos que nuestra alma gira así. Gira en gozo en nuestro Dios.
Si sea en ir afuera, o en estar aquí en la iglesia tranquila, les pido que inviten a Dios a estar en sus cuerpos, en un nivel celular. Les invito a tratar de entender de una manera muy profunda que en venir a vivir entre nosotros, Jesús ha renovado a todo. Si nosotros nos ponemos muy quietos, podemos sentir todavía la vibración en nuestros cuerpos; la vibración de la salvación que Jesús trajo al mundo. Posiblemente ahora mismo, pero posiblemente este sentido vendría más tarde, cuando están en el campo, o mirando las estrellas por la noche. Jesus has made the whole creation new. Toda la creación esta nueva. No estamos en bondad al pecado, pero estamos libres. Y ¿que en el mundo haremos con esa libertad?



[1] Walter Brueggemann, Journey to the Common Good (Louisville: Westminster John Knox, 2010), 79.
[2] Translation by Alene Campbell-Langdell

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