Bautismo del Señor + 1.8.23

 

M. Campbell-Langdell

All Santos, Oxnard

(Isaías 42:1-9; Salmo 29; Hechos 10:34-43; Mateo 3:13-17)

Es en esta época del año que cada otro artículo parece tratar sobre las resoluciones de año nuevo. Y perdóname por decirlo, pero creo que muchas de esas llamadas resoluciones son menos útiles que el estiércol de caballo. Porque muy a menudo vienen de un lugar de sentir una carencia. No estoy lo suficientemente en forma, así que tengo que hacer más ejercicio. No soy lo suficientemente inteligente, así que tengo que estudiar más. No soy... suficiente. No me malinterpreten, parten del lugar correcto, de querer mejorar uno mismo, pero muy a menudo reflejan el diálogo interno negativo que hemos aprendido de la sociedad. Y en última instancia, no son saludables. Sí, todos podemos desear mejorar algún aspecto de nosotros mismos, pero no por odio a nosotros mismos. Tiene que venir del amor propio y de querer querernos más y mejor cada año. Un gran ejemplo de esto que vi fue una amiga que publicó en Facebook sobre su viaje con la alimentación intuitiva. Ella dijo que desde que comenzó a practicar la alimentación intuitiva, está más en paz con su cuerpo. Todavía es una persona grande, pero no se juzga a sí misma por ser más grande. Se ama y se acepta a sí misma y no acepta el odio de los demás por su tamaño. Se mueve porque quiere estar saludable, no por la expectativa social de que tenga cierto tamaño. Ella publicó esto para cambiar la narrativa sobre ponerse en forma o estar de dieta para el año nuevo.

Si ustedes, como yo, están cansados de las resoluciones normales, tenemos buenas noticias en las lecturas de las Escrituras de hoy. En primer lugar, vayamos a la escena del bautismo de Jesús. He oído decir que Jesús no necesitaba ser bautizado para el perdón de los pecados, sino que quería hacerlo para estar "all in" con la humanidad, mostrándonos a todos cómo vivir y perdonar y ser perdonados y volverse a Dios completamente. Jesús modeló el compromiso total con la humanidad y atravesó las cosas difíciles con nosotros, para que pudiéramos ver la gloria. Es por eso que tenemos varios niños en nuestro servicio de la semana que entra que han estado aprendiendo sobre la comunión y lo que Jesús hizo por nosotros, porque quieren unirse a la persona que hizo todo lo posible por ellos. Our grand communion kids next week recognize that Jesus went all-in for them!

Pero es interesante, porque en ese momento cuando Jesús estaba mostrando su compromiso total con nosotros, Dios mostró el compromiso total con él. Dios dijo: “Éste es mi Hijo amado, a quien he elegido.” En ingles dice que Dios se deleita en Jesús, y aquí Dios deja claro que él es el Mesías. Debemos escucharlo y seguirlo. Se nos recordará esto al final de la temporada de Epifanía cuando volvamos a visitar la Transfiguración de Jesús en la montaña. Dios ama y acepta radicalmente a Jesús en el abrazo más cálido que podamos imaginar.

Y podría decir, bueno, eso es bueno, pero puede parar allí. That’s all well and good, but it might stop there, with God loving Jesus. Pero no es así. Por Jesús, todos somos hijos e hijas amados de Dios. A través de nuestro bautismo y de nuestra participación en rituales como la comunión y otros aspectos de la vida de la iglesia, recordamos que también somos amados por Dios. Dios nos ama y nos acepta radicalmente. Puede que no seamos el Mesías (¡gracias a Dios!), pero somos verdaderamente amados y aceptados. Eso nos presenta un desafío: ¿podemos amarnos y aceptarnos radicalmente a nosotros mismos? Sea lo que sea lo que sienten que necesitan mejorar, ¿pueden primero aceptarse como son, como lo hace Dios? Luego pueden tomar medidas para hacer un cambio si lo necesitan, pero desde un lugar de amor y aceptación. You have to love yourself first!

Y eso seria bien. Pero no paramos allí. En Isaías aprendemos que no solo somos aceptados y salvados por Dios para recibir todo esto y no compartir. Nos da dones para bendecir al mundo. Dice Isaías:

“yo te formé, pues quiero que seas señal de mi alianza con el pueblo, luz de las naciones. Quiero que des vista a los ciegos y saques a los presos de la cárcel, del calabozo donde viven en la oscuridad.” (42:6ª-7)/

Hemos sido formados. Nuestra vida es nuestra, pero también no es nuestra porque en Jesús estamos en servicio a nuestro Dios y libres a la vez. Tenemos que compartir las buenas nuevas a los demás. Tenemos que librar a los demás de la esclavitud que los retendría.

Porque hay quienes nos rodean que solo han escuchado el odio. La voz del odio ha ahogado todas las demás voces. Pueden estar atrapados en la adicción o la baja autoestima o en cualquier número de lugares oscuros, pero necesitan la luz de la Epifanía. Necesitan oír que son los amados de Dios. Que Jesús los ama, específicamente, radicalmente, ahora, no después de que se hayan reformado sino ahora mismo.

Para compartir eso, tienen que creerlo. Entonces, imagínese a sí mismos, junto al río Jordán, escuchando esas palabras y sabiendo que también son para Ustedes, milagrosamente, a través de Jesús: Éste es mi Hijo amado; Esta es mi hija amada, a quien he elegido.

¡Dios deleite en Ustedes! Amen.

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