Propio 18 C + Comprometerse al amor + 9.4.22

 

Clay in the Potter's Hands, Glyer

M. Campbell-Langdell

All Santos, Oxnard

(Jeremías 18:1–11; Salmo 139:1–5, 12–17; Filemón 1–21; San Lucas 14:25–33)

“Así pues, cualquiera de ustedes que no deje todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo.” El evangelio de hoy tiene muchos pronunciamientos sobre lo que tenemos que soltar en nuestras vidas para servir a Dios- si son posesiones o relaciones familiares.

¿Realmente quiere estar tan firme Jesús aquí? SI, y como hablamos en un grupo de oración vespertina esta semana, las frases de Jesús se tienen que interpretar en el contexto más amplio. El contexto del amor de Dios. Jesús es firme en darnos instrucciones, pero aún más es firme en su amor por nosotros en Dios.

Un poco más tarde hoy, estoy celebrando un servicio de compromiso para una pareja muy especial. En su nacimiento Sean fue designada como una persona masculina, pero en su jornada se ha dado cuenta de que Dios la hizo para ser una mujer. En su propia jornada especial, su pareja Sandra ha aprendido más sobre si misma en formar esta relación con Sean. Y hoy celebran su amor y compromiso una a la otra.

Cuando platicamos sobre las lecturas y la liturgia para hoy, Sean empezaba a compartir sobre como quería que este servicio de oración no sea solamente una liturgia que enfoque en el amor de las dos, pero también que sea enfocado en como Dios nos creó a cada uno intencionalmente y con amor. Y que Dios, quien nos formó en el vientre de nuestras madres, nos hizo perfectos y sin errores. Que Dios nos ama perfectamente como somos. Todos somos hechos perfectos como somos, no importa lo que puede decir el mundo.

¡Y me hizo pensar en el salmo de hoy – una coincidencia divina! Salmo 139 dice:

“Oh Señor, tú me has probado y conocido; * conoces mi sentarme y mi levantarme; percibes de lejos mis pensamientos”

“Porque tú creaste mis entrañas; * me tejiste en el vientre de mi madre. Te daré gracias, porque maravillosamente he sido formado; * admirables son tus obras, y bien lo sé.” (S. 139: 1; 12-13)

Me encanta este recordatorio de que Dios nos hizo con intención y nos ama. Que incluso mientras nos creó en el vientre, Dios nos conocía y dijo: “¡Esta persona es buena! No tienen que ganarse el amor o el respeto. ¡Son perfectos, tal como son!”

Y aunque nos lleve años aprender quiénes y de quién somos, Dios lo ha sabido desde el principio y nos ama. Nos hizo con intención, incluso a aquellos de nosotros que el mundo llama discapacitados, Dios nos ha dado dones perfectos, dones completos y completos para compartir con el mundo. Solo pienso en todo el trabajo que mi amiga Sandra ha hecho por el activismo en torno a los derechos de las personas con capacidades diferentes y para las personas con SIDA y VIH. Pienso también en el trabajo de Ana con los padres con niños especiales.  Si Kailani no hubiera nacido una persona que a pocos años de edad se presentó diferente, quizás Dios no hubiera despertado en Ana la compasión para ayudar a otros que estaban pasando por sus propias luchas.

Pero incluso aquellos de nosotros sin viajes especialmente especiales podemos relacionarnos aquí, creo. Especialmente si pensamos en este hermoso y a veces inquietante pasaje de Jeremías que leímos hoy, sobre cómo somos como barro en las manos del alfarero divino. Con este pasaje podemos recordar el libro que conocemos de nuestra amiga Diana Glyer, Barro en las Manos del Alfarero. En el libro, ella nos ayuda a ver que esta imagen nos recuerda no solo nuestra creación por Dios, sino también el trabajo continuo de Dios en nuestras vidas, purificándonos y moldeándonos, pero también acompañándonos y redimiéndonos en cada paso del camino. Ella nos recuerda que, así como la arcilla entra en nuestros poros cuando la trabajamos, Dios está íntimamente conectado con nosotros. Dios está comprometido. Pegado a nosotros como el barro se adhiere a la rueda. Y Dios nunca nos deja.

Quizás por eso Jesús nos pide que tomemos nuestra cruz en el pasaje de hoy. No creo que tenga la intención de que odiemos a nuestras familias de una manera literal. Después de todo, en sus últimos momentos afirma su amor por su madre María y recrea un sentido de familia para ella con Juan. Pero Jesús está pidiendo nuestro cien por ciento de compromiso con él. Debemos estar dispuestos a dejar de lado cualquier cosa que nos impida servir a Dios. Si hacemos eso, Dios estará con nosotros al cien por cien también, y no podemos fracasar.

Pero si no nos pegamos sólidamente a la base, para continuar con la metáfora de la cerámica, nos tambaleamos. Podemos caer o colapsar. Dios también puede redimir eso. Pero nuestro viaje será más difícil.

A medida que continuo en mi vida de fe, me doy cuenta cada vez más de que estas restricciones son más para nosotros que para Dios. ¿Necesita Dios nuestra obediencia? Sí, pero solo porque Dios quiere que vivamos vidas plenas y felices.

¡Así que regocíjate de haber sido creado en oración y con un propósito! Respira hondo ahora mismo y agradece a Dios por la maravilla que eres. Siente el amor de Dios llenarte. Y recuerda que es por ese amor que puedes encomendarte a Dios, y caminar adelante sirviendo a Dios. Jesús es fuerte en sus mandatos, pero aun mas fuerte en su amor por nosotros.

En el libro de Diana está esta hermosa oración. Permítanme cerrar con esto:

“Tú, que eres el Rey de toda la creación, te has inclinado para cuidarme. Tú, que supervisas todas las galaxias, te involucraste íntimamente en todo lo que me preocupa. Tú que eres el poderoso aún llevas las huellas de tu creación en las manos. Abre mis ojos, Dios, para verte con más claridad en esta época de mi vida; más de lo que he visto antes. Espero con muchos deseos una nueva perspectiva sobre lo que eres y lo que soy en ti. Amen.[1]



[1] Diana Glyer, Barro en las Manos del Alfarero, trad por All Santos Oxnard (Lindale: 2019), 7.

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