Propio 16 C + Gracias Desafiantes + 8.24.25

 

Gracias Desafiantes

Propio 16 C (Pentecostés 11), Lucas 13, Hebreos 12

All Santos, Oxnard y St. Paul’s Emmanuel, Santa Paula

Las Rvdas Melissa y Alene Campbell-Langdell

 

¿A veces te sientes torcido por dentro? ¿Hay demasiado pasando en este mundo, y te de temor? Yo puedo imaginar a la mujer en el evangelio de hoy sintiendo algo así. Lucas dice que era “jorobada, y no podía enderezarse para nada” (Lucas 13:11). Trauma y pena pueden causar a alguien a estar jorobada por dentro y por fueron tanto como cualquiera otra enfermedad física. Y tal vez esto es el primer milagro en este cuento. Porque cuando la ansiedad nos ata y no nos quiere dejar ir, nos puede apartar de las mismas personas y lugares donde podemos encontrar apoyo y ayuda. Estamos tentados a quedarnos en casa o cuestionar lo que pasa en nuestro alrededor, con miedo que no estamos seguros. No solo esta mujer sobrevive todo lo que le ha pasado, pero ella se presenta en la sinagoga. Sospecho que estaba un poco al lado, agachado y mirando alrededor de la gente en frente de ella. Es Jesús quien la nota, no al revés. En su libro sobre su vida durante y después de su tiempo en la prisión, Lara Love Hardin describe la prisión de una presión de siempre esconder quien es. Porque uno teme estar descubierto y sentir la pena o humillación en su comunidad. Sin embargo, cuando ella finalmente decide compartir abiertamente de su vida, descubre que no esta sola. La pena y el miedo nos visitan a todos. Incluso los recipientes originales de la carta a los hebreos. Esta comunidad ha sido cristiana por un tiempo. Y ahora ha pasado la luna de miel, y se den cuenta de que seguir a Jesús puede terminar en su muerte. Están con miedo y quieren esconderse.

Ahora bien, tener miedo no es nada nuevo para quienes son de ascendencia judía. El temor y la admiración ante Dios están entrelazados en las escrituras hebreas, y existe un reconocimiento de su grandeza y majestuosidad que es saludable. Pero el autor de la Carta a los hebreos quiere reconocer que, a veces el miedo nos frena. Podemos esforzarnos tanto por mantenernos seguros que podemos rechazar a Dios y lo que Él quiere hacer por nosotros. El autor de la Carta a los hebreos recuerda a sus lectores que centrarnos en el miedo puede hacer que pasemos por alto la voz de Dios y nos neguemos a escuchar lo que Él dice. Al igual que el líder de la sinagoga, podemos centrarnos tanto en cumplir las reglas para mantenernos seguros que terminamos paralizados. Terminamos rechazando la bendición que Dios quiere darnos.

Así que el desafío en las lecturas de hoy es: ¿cómo recibirás tu bendición?

Yo encuentro una bendición en las palabras de Sweet Honey in the Rock, un grupo góspel formado solo por mujeres afro-americanas, especialmente en estos tiempos difíciles. Sus canciones vienen de las canciones espirituales de los esclavos africanos, y hablan con la fortaleza de un pueblo que sobrevivió a la esclavitud. También hablan a otras comunidades tras los siglos que han sido perseguidos, desde los primeros cristianos quienes adoraban a Dios en un ambiente hostil, hasta la gente inmigrante latina de hoy, incluso los de ustedes quienes viven en temor. Incluye los que están organizando a la gente, muchas veces son personas de color, y/o mujeres, y/o de la comunidad queer. Y sienten abrumados por el estado del mundo. Y por eventos como lo que paso una cuadra de la iglesia el jueves, cuando una señora fue llevado por la migra.

Así que escuchemos a unas frases, traducidos, por Sweet Honey in the Rock, de su canción, “I Remember, I Believe:”

“No sé cómo los ríos se desbordan,

no sé cómo cae la nieve y cubre el suelo.

no sé cómo el huracán arrasa la tierra.

de vez en cuando,

bajo una tormenta, yo creo.”[1]

Quizás te sientas como si estuvieras bajo una tormenta ahora mismo. O tal vez en un basurero en llamas. Supongo que la mujer del evangelio de hoy también se sentía así. Cada día se despertaba y tenía que lidiar con un millón de cosas en las que muchos de nosotros ni siquiera tenemos que pensar. Todas esas preocupaciones eran como la lluvia que caía sobre ella, impidiéndole avanzar con facilidad. Levantarse de la cama, vestirse y comer. ¡Fue un testimonio de voluntad que incluso llegara a la sinagoga! Y Jesús la vio. Qué cansada estaba. Y la liberó. No porque las dolencias físicas sean malas, sino porque conocía la liberación que necesitaba. Tanto para ser acogida en la comunidad, reconocida como hija de Abraham, como alguien que pertenece, como cualquier otra cosa. Ella merecía pertenecer.

¡Bajo una tormenta, ella creyó!

¿Y cómo respondió ella? Con alabanza. El concepto de dar gracias, expresado en la carta a los hebreos, conlleva la idea de gracia. Para las culturas antiguas, la gracia no era un camino de un solo sentido. Era algo que se recibía de un patrón en forma de favor o de satisfacción de necesidades. Y la gracia se devolvía al patrón mediante agradecimiento y honor. La gracia se veía como una especie de danza que hacía el mundo más justo. Al final de este evangelio, la mujer y quienes la rodeaban se regocijaban. Todos parecían más libres. Y ese es el propósito del reino. Ese es el propósito del evangelio. No arreglar a alguien. Liberarnos a todos.

En el pasaje de hebreos de hoy, se usa mucho lenguaje formal: lenguaje ensamblador que indicaba una reunión política o gubernamental, y lenguaje de ciudadanía. Pero el autor sabe que, seamos ciudadanos de este país o no, nada de eso le importa a Dios. Somos ciudadanos del cielo. ¡Y debemos aferrarnos a eso! Dicho esto, debemos reconocer una realidad: algunos de nosotros, ciudadanos de este país terrenal, lo tenemos más fácil ahora mismo. Debemos hacer todo lo posible para que todos los ciudadanos del país celestial seamos tratados con dignidad. En su máxima expresión, esa es la belleza de la iglesia. Aquí reconocemos que, en última instancia, a Dios no le importan las apariencias, ya sean edificios o casas, documentos de matrimonio o ciudadanía. Todos pertenecemos y somos hijos valiosos de Dios. Aquí no hay marginados, y nadie es demasiado moreno, ni demasiado discapacitado, ni demasiado viejo o demasiado joven para ser valioso. ¡Todos son amados, apreciados y celebrados!

Por eso, demos gracias.

Porque esa es la opción que nos ofrece el escritor de hebreos: o nos inclinamos con temor y vergüenza, o nos inclinamos con asombro y agradecimiento, y nos elevamos en alabanza.

En el salmo alternativo de hoy, el Salmo 103, escuchamos la traducción estándar: «Bendice, alma mía, al Señor». Pero escuché otra traducción esta semana: «Me inclinaré en adoración, para que todo mi ser alabe a Dios». Esta mujer sanada lo hace a su manera. A pesar de todo lo que la frena, escucha el llamado de Jesús y se acerca. ¿Y no es eso lo que hacemos aquí? Venimos a cantar, orar y alabar a Dios, no a pesar de lo que sucede en el mundo, sino porque sabemos que hay algo inquebrantable en Jesús, incluso en medio de la tormenta de este mundo. Algo que los poderosos no pueden arrebatárnoslo. Eso es lo que afirmamos, y por eso creemos.

La canción de Sweet Honey in the Rock concluye con palabras que bien podrían haber estado en boca de esta mujer recién sanada:

“El poder del universo conoce mi nombre.

Me dio una canción para cantar y me envió por el camino.

Alzo mi voz por justicia, creo”.[2]

¿Cuál es tu canción de hoy? ¿Te inclinarás con temor o alzarás tu voz en desafiante agradecimiento a Aquel que nos ha prometido sanidad, alegría y una herencia inquebrantable? ¿Te unirás a la danza de la justicia y la gracia?



[2] Sweet Honey in the Rock, “I Remember, I Believe,” Raise Your Voice! 2005 (Traducido).

 

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