Propio 18 B + Formadas por libertad + 9.8.19

(De Diana Glyer, Clay in the Potter's Hands)

M. Campbell-Langdell
All Santos, Oxnard
(Jer 18:1-11; S. 139; Fil 1-21; Lucas 14:25-33)
“Now the steel bars between me and a promise
Suddenly bend with ease
The closer I'm bound in love to you
The closer I am to free”
En español:
“Ahora las barros de acero que me separan de la promesa
Repentinamente se curvan fácilmente
Mientras más cercana me siento en amor de ti
Lo más cerca estoy a la libertad.”[1]
Estas son algunas líneas de la canción de Indigo Girls "The Power of Two" de su álbum Swamp Ophelia (1994) que siempre me parece compartir una verdad sobre el matrimonio y el compromiso.
Ayer, Ana y David se casaron aquí en All Santos y pudimos ver a dos personas prometiéndose el uno al otro. Jurar su fidelidad a alguien es un concepto antiguo para compromiso. Prometieron poner a Dios y uno al otro por encima de la salud, el dinero o cualquier otro vínculo que los pudiera separar.
Y creo que esto es un poco de lo que significan las letras de la canción que mencioné. Cuando nos comprometemos con otra persona, en cierto sentido estamos atados a esa persona. Esto puede ser en matrimonio o a veces sentimos un vínculo así de fuerte con nuestros familiares o amigos cercanos. Pero a veces el mundo pone límites en nuestra relación. Puede parecer casi como hay barras de acero en contra de esta relación. Pero por la gracia de Dios, cuando sentimos esa conexión y prometemos nuestra fidelidad, de alguna manera todo se vuelve mucho más fácil. No es fácil. Pero lo que pareció imposible, ese nivel de compromiso, se vuelva en algo factible, con la ayuda de Dios.
Ahora ese es exactamente el tipo de compromiso que Dios quiere de nosotros.
Dios quiere que le comprometamos nuestra verdad a Dios, que nos comprometamos a seguir a Dios. Para que nada-- ninguna posesión o conexión, pueda alejarnos de Dios. Esta es la única manera de que la arcilla de nuestros seres esté libre de impurezas, lo suficientemente limpia como para que Dios pueda darnos forma. Hasta que Dios puede moldearnos en los vasos que debemos ser para Dios y para los demás. Vasos que rebosan de amor por los demás, por Dios y por toda la creación.
Pero esta configuración es tan importante no solo para cuando estamos contentos. Estar formados de la mano del alfarero es invaluable cuando nos encontramos en momentos en los que es imposible ver el camino. Momentos cuando estamos conmocionados.
Los eventos de la madrugada del lunes, específicamente la pérdida de treinta y cuatro personas en la Concepción; treinta y cuatro personas que solo intentaban disfrutar de su fin de semana de vacaciones fuera de la Isla Santa Cruz, sorprendieron a toda nuestra comunidad. ¿Cómo pudo haber sucedido tal cosa?
Uno podría haber preguntado, ¿cómo podría el alfarero divino haber desechado un bote lleno de arcilla vital? ¿De familias, jóvenes, personas en la flor de la vida, personas llenas de amor por el océano y por la creación? Would God have just cast all that clay into the sea off the Conception?
No, I don’t believe in a God like that.
Pero, por supuesto, no fue obra de Dios. No creo en el tipo de Dios que nos crearía y formaría con tanto amor y luego simplemente nos eliminaría con violencia. Está claro en el pasaje de Jeremías que Dios lo piensa en destrucción, pero simplemente no está en la naturaleza del Gran Amor hacerlo.
No, sabemos que Dios nos acompaña a través de la tragedia en lugar de perpetrar violencia contra nosotros. Todavía estamos aprendiendo más, pero el "¿por qué?" del incendio del barco puede ser una falla mecánica o alguna otra casualidad. La arcilla humana falla a veces, sin razón. Y los inventos humanos, no importa cuán aparentemente perfectos, tienen fallas. Tragedy occurs, and human creations fail. We don’t know why. La tragedia ocurre. No sabemos por qué. Pero sí sabemos que necesitamos a Dios aún más en medio de ellos.
Y hablando de eso, rezo y confío en que Dios estaba en medio de esos treinta y cuatro el lunes por la mañana temprano cuando la tragedia ocurrió cerca de la isla. Confío en que estos que fallecieron tan repentinamente sintieron la presencia de Dios entre ellos. Rezo por eso, e imagino a ellos un poco como Sadrac, Mesach y Abednego en el libro de Daniel. Si no recuerdas la historia, déjame recordarte. Sadrac, Mesach y Abednego no habían podido adorar la imagen dorada del rey Nabucodonosor, por lo que fueron arrojados al fuego, pero Dios los protegió. Aquí están los versos de Daniel:
Al oír Nabucodonosor estas palabras, la cara se le puso roja de rabia contra los tres jóvenes. Entonces ordenó que se calentara el horno siete veces más de lo acostumbrado;  luego mandó que… los arrojaran a las llamas del horno.  Los tres jóvenes, vestidos todavía con la misma ropa de los altos cargos que ocupaban, fueron atados y arrojados al horno ardiente.   Entonces Nabucodonosor se levantó rápidamente, y muy asombrado dijo a los consejeros de su gobierno: — ¿No arrojamos al fuego a tres hombres atados? —Así es —le respondieron.  —Pues yo veo cuatro hombres desatados, que caminan en medio del fuego sin que les pase nada, y el cuarto hombre tiene el aspecto de un ángel.” (Daniel 3:19-25)
Me imagino que un ángel fue enviado entre aquellos en la Concepción, protegiéndolos, que aun cuando las llamas consumieron sus cuerpos y los liberaron de toda atadura en esta vida, Dios, sin embargo, los estaba guiando fielmente a la próxima.
Porque esa es la promesa. Nunca seremos abandonados. Somos de Dios. Dios nos ha conocido desde el vientre, quizás antes de eso, no lo sabemos. Y Dios nos guiará a casa cuando sea el momento; Dios hara que las barras de la muerte muevan para dejarnos entrar en la vida resucitada. Y Dios nos guía hacia adelante hasta entonces, formándonos en mejores y mejores vasos de amor.
Es por eso que juramos nuestra verdad y fidelidad a Dios.



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